Los valores de la unidad | Coronel de Infantería S. Morón Izquierdo

A lo largo de los últimos años, varias veces hemos compartido páginas del libro «¡Vencer!» del Coronel de Infantería S. Morón Izquierdo. Un libro que instruyó en el pasado a miles de soldados españoles.
En esta ocasión y en homenaje a este ilustre militar del siglo pasado, recuperamos un magistral artículo suyo publicado en el número 451 de la revista «Ejército, Revista de las Armas y Servicios» de 1977, hace ya casi cuarenta años.
Leer a reputados militares del pasado es muy interesante. Reflexionar sobre los escritos que dejaron para la posteridad nos puede llevar a la pregunta ¿Sigue siendo vigente un escrito de hace 50 años hoy? Que cada uno lo decida después de haberlo leído.
Avisamos, es un texto largo y no precisamente sencillo. Para quien quiera ejercitar su mente, un pequeño reto a superar: comprenderlo y determinar si sigue vigente o sólo responde a la época que fue escrito (durante la transición), en los primeros pasos de la democracia actual.
DEFENSA NACIONAL «LOS VALORES DE LA UNIDAD»
1. La apasionante epopeya del hombre.
La aventura del Hombre, ambiciosa, va subiendo peldaños milenarios, descansando en civilizaciones, rompiendo ataduras de ignorancia, desgarrando velos de atávicas supersticiones, jadeante unas veces, gozosa en sus logros, dolorida siempre, pero siempre también inquieta con ansiedad febril hacia un mundo mejor.
Y el camino pudo abrirse porque se cabalgaba a lomos de inagotable convergencia de esfuerzos, primer esbozo de la Unidad.
2. El desafío unificador de la cultura.
La oscuridad sigue aún ocultando grandes campos en el cosmos y en el hombre mismo, en la naturaleza y en sus leyes, en los inventos y en sus aplicaciones prácticas. Parece hoy como si se descorrieran con velocidad deslumbrante que casi impide su asimilación, zonas de inmensas pantallas de posibilidades. Cada día, cada instante, se alcanza otro escalón. La cultura se agiganta, nadie quiere quedarse atrás. Porque sería condenarse a la ineficacia, a la estéril inseguridad. Para evitarlo, las manos se aprietan más fuerte en cadena solidaria: y alguien va sintentizando lo de muchos, normalizándolo, UNIFICÁNDOLO.
3. La Seguridad del hombre.
La Seguridad Social —la INTEGRAL DEL HOMBRE COMO SER SOCIAL— requiere solventar una extensa teoría de condicionantes: para que él y los suyos, y los que de él dependen —su UNIDAD— queden al abrigo de los riesgos por el mero hecho de haber nacido en el seno de una Comunidad. Y en preferente lugar, posiblemente, de los riesgos de unos desempleos que mermarían contribuciones conjuntados por carencia de puestos o por incapacitación de servir a la comunidad. Aquí quizá dos objetivos se llevan la primacía:
— La Seguridad total contra la enfermedad.
— La Seguridad total contra la incultura.
4. La capacitación de servir.
La medida del hombre la da su capacitación de servir en lo que sea. A cuanta mayor altura —moral, cultural, profesional, de entrega— mejor. Para sí mismo, su familia, su Patria, Dios. Es la eficacia para algo: pero eficacia en comunión. No bastan los deseos inconsistentes, fugaces, comodones, indolentes. Eso no es “Voluntad de Servir”. Se requiere sobre todo el esfuerzo continuado. De donde será premisa educar la Voluntad: y misión primordial del Estado posibilitar esta “capacitación de Servir” mediando una igualdad de oportunidades.
5. El desarrollo de la defensa convergente está en el hombre.
El desarrollo de la defensa convergente está en el hombre. Y se logra con su “Instrucción educada”. Cualquier meta que margine este cimiento forjador (instruir, introducir la materia prima más o menos elaborada para posibilitar su asimilación, funcionamiento interior, y educación última beneficiando el entorno) resulta inalcanzable: es querer construir, con lodo desmoronable ante las primeras lluvias, cualquier objetivo:
— La vertebración social sin discriminaciones.
— La elevación de rendimientos.
— La lucha contra la pobreza, moral y física.
— La subida del nivel económico.
— La convivencia nacional… Lo anterior requiere caminar conscientemente y la fortaleza de tal Defensa de Objetivos Defensa Nacional, pide incesante perfectilidad al ser humano, raíz, causa eficiente y principio activo del movimiento. El desarrollo fue antes cerebro (el desarrollo del hombre precede al desarrollo de las cosas) y el cerebro es instrucción (esfuerzo de la colectividad introducido) básica para concebir materiales a conjuntar, matizar, perfilar, reforzar: habrá quizá DIVERSIDAD, se carecerá casi siempre de UNIFORMIDAD en esa proyección al exterior de tantas mentes: pero habrá UNIDAD porque el fin tendrá armonía en uso de algo común: la PAZ. A no ser que los ingredientes instruidos —introducidos— llevaran en sí la corrosión.
Lo que debe evitarse manteniendo una salubridad pública que tan sólo interesará descomponer a quien pretenda que la UNIDAD no resulte homogénea: dicho de otra manera, a quien piense ofender —atacar, destruir, con más o menos insidia según el ingrediente manipulado— a la Comunidad en Paz.
6. El derecho a la Instrucción.
Es uno de los derechos fundamentales del hombre y consustancial a la Unidad. También a su vez para exigírselo a sus miembros lo tiene la Sociedad: o el Estado que la representa. Y al que no puede renunciar. En la empresa mancomunada de la vida todos débense a todos: es la Solidaridad ciudadana. El derecho individual (de integrarse en el estímulo) y el colectivo (de requerir el esfuerzo individual para conjuntarlo al de los demás) obligan a una convergencia constructiva: la instrucción general, gratuita e idéntica para todo ciudadano, sin distinciones de escuelas, al menos hasta alcanzar el nivel básico. Luego que la diversificación e intensidad vengan impuestas por factores de aptitud y vocación.
7. El deber de la Educación.
A todos nos incumbe. Lo contrario es en cerrarse en la concha propia y sólo asomar para tomar el sol. Es reciprocidad, como respeto y agradecimiento al esfuerzo del vecino. Lo detestable es la postura egoísta de negarse a la doble corriente —recibir para devolver—: alimentarse del prójimo sin darle nada a cambio, es aprovechamiento de usura. No es Unidad, es incivilidad. En esa constante correlación “derecho y deber” reside la Convivencia, la Paz de la Unidad.
8. La participación consciente.
El tomar parte en algo empeña en cierto modo nuestra personalidad, que no es facultad exclusiva de la inteligencia, sino denominador común de muchas facetas. Para reconocerse el alma como sujeto de sus actos, ideas y sentimientos utiliza su conciencia. Por tal conocimiento reflexivo llega a la aceptación o rechazo último de las cosas. Así, la consciente participación —adoptan do posturas en pro o en contra— necesita valorar datos antes de la entrega a la acción. Sin juicio previo no existe participación consciente. Sin éste, podrán darse conjuntos, masas, pero nunca Unidad. La motivación captada siempre necesitará un mínimo: de ahí los “slogans”, o frases publicitarias, a menudo no entendidos, pero que crean unos engarces, quizá sólo hilvanados, en busca de una “Concienciación” o “mentalización”, muchas veces meras ilaciones en el subconsciente.
9. Conocimiento previo.
La defensa o condena razonadas de un sistema reclama su conocimiento previo. Tanto más cuanto más afecta al conjunto de nuestros intereses. Este conocimiento lo debe proporcionar una información suficiente: síntesis de instrucción y educación. La instrucción introdujo en el “yo” ciertos datos que así se almacenan, amueblando la inteligencia.
La educación, la “e-ducción”, “conducción hacia fuera”, desarrolló, dedujo desde los datos de la instrucción, “sacó” consecuencias, las formó, encauzó hacia cierto orden, conformado a su Verdad, a su Bien. Lo que cuenta no es el acopio de fríos conocimientos más o menos técnicos alimentando inoperantes vanidades —casi máquinas de archivo— sino el desenvolvimiento de las facultades (objeto) mediando el adecuado ejercicio (medio) para alcanzar toda la felicidad o bien posibles (fin).
No acceder al deseo contrapuesto a la obligación: sino introducir los coeficientes correctores aconsejados por los impactos de otras informaciones para conformar posibles torcidas inclinaciones y que la educación resulte correcta. Educar integralmente requiere atender a los distintos órdenes:
— Intelectual: espíritu de observación, juicio, memoria, imaginación…, armonía. Moral: Voluntad de bien obrar.
— Físico: Higiene, equilibrio orgánico y funcional, salud, para conseguir hombres lo más aptos y fuertes, capaces de luchas victoriosas, de deberes cumplidos: hombres de bien, hombres para el desarrollo, hombres con sentido de la medida. Y que la Unidad de medida tenga misión funcional.
10. La Unidad funcional.
10.1. La potencia volitiva individual ya nos ofrece signos contrapuestos. Es el más y el menos, en calidad o cantidad. O en ambos. Y la apetición resultante provocará una modificación pasiva, agradable o desagradable, percibida por la conciencia y producida por la representación de un bien o un mal: habrá emoción (moción, movimiento “desde”, y así “hacia” algo).
10.2. Estos mismos signos —el más y el menos arrancando de los tres órdenes de las potencias del alma —percepción, volición, emoción— condicionan toda actividad y agrupan afinidades (en cantidad y calidad). Tal diversidad hace perceptibles en tal momento “diferencias” —no interesa ahora en qué grado.
10.3. Conforme aumenta el grupo sometido a estudio y suponiéndolo en número suficientemente elevado, ante un fenómeno concreto, surgirán situaciones de signo más o menos en sentido muy amplio: las llamaremos polos de atracción
10.4. También surgirán —o podrán surgir— zonas de indiferencia, cuando el estímulo haya sido cero.
10.5. Este esquema, simplista, permite ya una elemental concepción de las reacciones de los Grupos, en donde normalmente se perfilan zonas de vanguardia, centro y retaguardia que, sin más valor que el convencional, designamos respectivamente (+), (0) y (—).
10.6. En la realidad, la representación es mucho más erizada, menos monocorde en cada zona, ya que allí también la diferenciación persiste, aunque muchos puntos de coincidecia o afinidad determinen posiciones.
10.7. Lo importante será conseguir una estructura en que los polos, manteniendo su signo, ni se desconozcan ni entren en colisión. Sí, en circuito. Su diversidad —por la coordinación subordinable— no debe ser causa de ruptura ni disgregación. Al contrario, ha de permitir la Unidad Funcional: la pila que utilice ambos polos (los de signo más y los de signo menos) para producir la consiguiente energía. Es la diferencia de potencial que hace mover las máquinas.
10.8. Y de ahí, por esa Unidad Funcional, en que hasta la indiferencia del cero se utilice como armazón u obra más o menos muerta. También por lo mismo funcional potencial mente por su reserva a polarizar o su acción de gravedad, saldrá a pesar de una aparente contraposición (sólo aparente, siendo la estructura sana) todo un fluir vital: hermandades, cooperación, esfuerzos conjuntados, sentido de responsabilidad individual y colectiva, trabajo, paz, alegría y bienestar: el Cuerpo Social en plena actividad, la regulación, a punto, del más y del menos para formar la Unidad sustancial, el Tino, la síntesis como resultado del contraste de criterios sobre todo lo opinable, respetando la sincera y noble opinión del prójimo, la libertad y dignidad humanas; todo un ancho camino marginado por unos Deberes Fundamentales —la Ley moral— que no se pueden transgredir. El orden Social es consecuencia de los actos libres de la voluntad: o si se prefiere, del deseo de la “Unidad Funcional”.
Lo importante es la inquietud constructiva: la energía vital. El problema consistirá en encauzarla. Cuando la energía es cero (ese gnosticismo sin “Unidad Funcional”), la sociedad se resiente. Porque cualquier factor que multiplique al cero dará siempre cero. Circunstancia por definición opuesta al “hecho diferencial”: pues a éste, en último término, sería cuestión de cambiarle el signo.
11. El hecho diferencial complementa.
El hecho diferencial es una realidad a todos los niveles:
— Energético: los protones, neutrones, electrones, con cargas y órbitas complejas diferenciadas e incluso de características opuestas constituyen la Unidad átomo, base de cualquier organismo.
— Biológico: cada miembro (los brazos, los pies, el corazón, el hígado…) cumple función distinta: de presión o palanca, movimiento, bomba impulsora, filtro… La coordinación de los órganos y la subordinación de sus funciones no es más que unidad sustancial.
— Social: cada estamento, cada gremio, cada comarca o provincia o región atiende a una faceta del cuerpo comunitario. Cualquiera de estas partes distintas aporta su peculiar función a la armonía general cívica: el Hombre sin pierna o sin brazo es un mutilado; el Cuerpo Social privado de sus elementos rectores o ejecutores o de servicio que la historia, el trasiego de pueblos, su ir y venir secular, y también de defensa de mutuos intereses (como antibióticos acudiendo a detener una infección) fundieran en una Unidad Funcional (una comunidad de destino: el brazo y el pulmón cumplen su destino en beneficio de la misma persona), multiforme en cuanto a los medios, UNA en cuanto a la Patria, se convierte en un engendro tan amorfo que necesitará un rápido trasplante vital imposible en otro ambiente que no sea el de su propio Pueblo, porque se producirá un rechazo de células de dispar naturaleza.
El “hecho diferencial” no es pues “separador” sino imprescindible “complemento funcional” en el cuerpo humano y en el cuerpo social. Será siempre preciso huir de fuentes envenenadas porque la contaminación alcanza cotas peligrosas y hasta letales: hay por ejemplo amores enfermizos “deformadores”: porque aspiran a desgarradoras amputaciones o a incomprensiones que catalizan reacciones pasionales violentas, ciegas, aunque parcialmente comprensibles. Así, no cerrar nunca paredes a cal y canto sobre algo que debe estar integrado: al contrario, el acicate de una voluntad de conducción hacia ideales estimulantes debe informar y crear apetencias de suma, sin desprecios, sin odios separadores, sin manipular —falsear— conceptos, sin particiones.
12. La Unidad por el Ideal Posible
12.1. El juego de las fuerzas sociales.
El anterior conjunto de consideraciones nos lleva a unas conclusiones primarias. Y sobre todo nos aconseja sistematizar lo descubierto por la cotidiana observación. Las demasiadas sutilezas surgidas ya crean la dificultad de clasificar. Y enseguida la más profunda de evaluar: es el juego de las fuerzas sociales con interferencias no siempre fáciles de discernir.
12.2. La tensión social.
Nacen pues las tensiones.
• La tensión social es un estado de ánimo embargado por una preocupación intensa que se traduce en tirantez.
• Puede medirse por la fórmula. 1 T=— R en la que: T = Tensión. 1 Ideal. R = Realizaciones para conseguir el ideal.
En la práctica será necesario distinguir entre:
— Ideal máximo: Aspiración que colma todo deseo, en relación con la cuestión tratada.
— Ideal posible: Que es el ideal máximo reducido a un nivel asequible, tras tener en cuenta una serie de factores condicionantes (aspectos económico, coyuntural…).
Todo ciudadano desea disfrutar de las mayores comodidades, los más veloces medios de comunicación, las viviendas más amplias y confortables, los ingresos más elevados, los impuestos más reducidos…, todo lo mejor. Pero ese conjunto de todo lo mejor, como aspiración inmediata masiva y en el estado de nuestra civilización se revela una utopía. Es un ideal máximo de momento inalcanzable, aunque sigue siendo “aspiración” que estimula a la sociedad.
• La información sobre los factores condicionantes cumple con una misión reductora: y así, sometido a un examen, el “ideal máximo” se convierte en un “ideal posible”. La Tensión por lo tanto no será insostenible (al reducir el numerador de la fórmula), ni abocará a situaciones conflictivas: sobre todo si el denominador delas Realizaciones sube constantemente de valor.
• Naturalmente, — El ideal posible está sujeto, así ha de ser, a un continuo perfeccionamiento (por mejora de los factores condicionantes).
— Las Realizaciones van quemando etapas hacia el primitivo ideal. En consecuencia, la relación entre ambos (la Tensión) se va acercando a la Unidad, casi desaparece. Es el momento de elevar el nivel del “Ideal posible”.
• La información seguirá proporcionando datos sobre los “factores condicionantes”. El nuevo escalón podrá determinarse sin excesivas tensiones. No es otro el juego de la civilización. La evolución —a veces llamada revolución si los cambios apremian y los modos se violentan— prosigue su camino, todo lo rápidamente que la sociedad lo desea, pero sin los peligrosos saltos al vacío de la IMPROVISACIÓN.
La teoría materialista reduce su revolución “a un cambio brusco de algunas formas de vida social y sobre todo de las relaciones de producción… Es una crisis económica que el Estado es incapaz de resolver y que las fuerzas antagónicas deben resolver”. Y desde tal plataforma estudia la revolución burguesa (la francesa de 1789) la cultural (los jóvenes guardias rojos de China), la permanente (de Marx y Trotsky), la proletaria (la rusa de octubre de 1917)…
Pero el hombre no es solo materia, ni está condicionado exclusivamente por las relaciones de producción. Parece más humano —más completo— buscar otras unidades de medida para quien es portador de valores permanentes. La teoría de las tensiones incita a caminos más acordes con nuestra civilización. Su operatividad sólo exige sumandos con igual denominador: unidades de medida que para el Ejército son VALORES DE LA UNIDAD: El HONOR, la LEALTAD, la HONRADA AMBICIÓN, la FE..
12.3. Fórmula de la tensión social.
• La fórmula debe matizarse: IP R En ella Ip es un “Ideal posible” ascendente, en progresión y tenaz, con detalles de iluminada exigencia. • Lo que toda sociedad consciente debe rechazar con firmeza es cualquier intento de desorbitar sus “Ideales posibles” en un momento dado y más aún de considerar como reivindicaciones relaciona das con ese ideal las que —aún siendo muy respetables y hasta necesarias— nada tienen que ver con él: de tales mezclas nace el desorden que origina tensiones difícilmente reductibles sin graves daños.
• El binomio “Instrucción-Educación de las masas”, no puede sustraerse a esta ley general. De ahí la necesidad para la Sociedad de disponer de una Información que matice este “Ideal posible”. Para, entre otras cosas, no dejarse engañar por voceros de la desunión. Y que los VALORES DE LA UNIDAD forjen al hombre combatiente que defienda conscientemente nuestra PAZ. No habrá mejor cimiento para la DEFENSA NACIONAL.
• En definitiva es la consigna de nuestro Rey en la reciente Pascua Militar: — “Mantengámonos unidos, coordinemos nuestros esfuerzos, no nos dejemos intimidar por aquellos que desearían con buenos ojos vernos caer en el desaliento, la desmoralización y la desunión”.