‘El nuevo ataque al Ejército en Cataluña’ y un análisis serio

Pedro Pitarch es un reputado bloguero que relata la actualidad una vez a la semana desde un punto de vista experto y muy necesario, pues poca gente tiene la claridad y el pragmatismo que tiene un veterano del Ejército. El tema que tratamos hoy es un tema importante y la mejor manera de abordarlo es leer un análisis cabal y serio.
El blog del que hablamos hoy se llama ‘El Blog de Pedro Pitarch’ Análisis independiente y serio para personas cabales.
Recomendamos la lectura de sus diferentes publicaciones, es un punto de vista muy a tener en cuenta. Hace apenas unas horas ha compartido públicamente su reflexión sobre uno de los temas de la semana: el ataque a las Fuerzas Armadas realizado en el Parlamento autonómico de Cataluña.
«La matanza de Niza (sucesora de la de Bataclán, de la que pronto se volverá a hablar), así como el fracasado golpe en Turquía han polarizado la atención de los medios esta semana. Simultáneamente nuestros líderes políticos han seguido mareando la perdiz y jugando al escondite con la investidura para la XII legislatura. Y en ese marco, embarullado y fatal, el parlamento catalán ha seguido pariendo. El pasado jueves, aprobó una folklórica moción instando a la Generalidad a prohibir en Cataluña todo tipo de actividades de las FAS (desfiles, maniobras, paseos gimnásticos, etc), en espacios no estrictamente militares. Un pretendido veto que alcanza incluso a la mera presencia de militares en centros educativos y promocionales como, por ejemplo, el Salón de la Enseñanza (que ya dio lugar no hace mucho a un incidente, provocado por esa alcaldesa que ensucia la bella Ciudad Condal).
La insólita moción fue disfrazada como “ejercicio de coherencia con los valores de la paz” (no se rían que es una cita textual). Fue aprobada gracias a los votos de CUP, JxSí, SÍQueesPot y la recurrente postura ambigua del PSC. Qué grotesco es ver cómo los mismos que acaban de mostrarse inútiles para aprobar los presupuestos de Cataluña para el año en curso —que ha tenido que ser re-prorrogado—, sí acuerden fácilmente mociones tan majaderas como la mencionada.
En su estéril desvarío “desconectador”, el gremio independentista del parlamento catalán intenta orillar, desprestigiar y asfixiar a las FAS. Le molesta hasta el paroxismo la presencia militar, al evaluar a las FAS como el más colosal de los obstáculos en su pretendido camino hacia la ruptura de la Nación. Y, la verdad, no se equivocan en ese juicio. Porque, pese a quien le pese, con la Constitución en la mano (artículos 8 y 97), las FAS constituyen, bajo la dirección del Gobierno de la Nación, la última línea de defensa de la integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Cometidos del más alto nivel de honra y responsabilidad que atañen no solo a las FAS, sino también y de forma primigenia al Gobierno de la Nación. Algo que, aunque supuestamente conocido, no está de más sea repetido. Porque con la Constitución, al igual que sucede con los Evangelios, no sobra recordarla de vez en cuando «para que la salud no decaiga ni lo olvide». No sé si me explico.
A diferencia de su explícito deleite y complacencia con las más variadas exhibiciones públicas de orgullos diversos, a la cofradía independentista del parlamento catalán, no parece importarle atropellar a quien sea, o a lo que sea, que pudiera suponer un freno o impedimento para sus turbios fines secesionistas. Fea costumbre que, sin embargo, tiene la virtud de mantener atareados y en forma a los magistrados del Tribunal Constitucional. Éste, con sus sentencias, viene atajando, sin prisa pero sin pausa, la pertinaz vocación transgresora tanto del ocurrente parlamento catalán, como del figurante gobierno de la Generalidad. A tal cofradía tampoco le frena que, en la realidad, haga caso donde no lo hay. Porque, desmintiendo el trilero discurso independentista, las maniobras militares se celebran siempre en los campos correspondientes, y las unidades tienen extremo cuidado en funcionar sin provocar daños a terceros ni perjuicios medioambientales. Ya quisieran en Cataluña que todos se comportaran con la mesura y el respeto a la ley y a los demás que muestran las FAS.
Puestos a pasarse la Constitución y las leyes por el arco del triunfo —ejercicio dudosamente democrático, por cierto— el gremio independentista hace un sayo del artículo 14 de la Constitución al tratar de discriminar a los militares. Otro tanto sucede al intentar interferir o proscribir las actividades de las FAS y de la defensa nacional en Cataluña. Aquéllos no se enteran que las FAS, depositarias de la gran fuerza de la Nación, despliegan y se acantonan en todo el territorio nacional. Y lo hacen en base, entre otros, a tres pilares esenciales: las necesidades estratégicas de la defensa, la potencialidad de reclutamiento local y las capacidades de infraestructura. La presencia y actividad militares en Cataluña está consecuentemente asistida tanto por la ley como por la razón de la lógica. En mi opinión, frente a aquella ridícula moción parlamentaria nada nuevo cabe hacer por parte las FAS, que no sea ignorarla por ilegítima. Las FAS y la defensa nacional son constitucionalmente (artículo 149) competencia exclusiva del Estado. En definitiva, en estas materias el parlamento catalán va de cuchara: ni pincha ni corta.
No obstante, como afortunadamente disfrutamos de un estado de derecho, todos compartimos el de carcajearnos de lo que nos parezca, siempre dentro de la ley. En este caso, por ejemplo, de la hilarante deriva de un parlamento autonómico, que se cree soberano y por encima de la ley cuyo imperio a todos nos alcanza. En consecuencia, frente a tanto y tan frecuente despropósito: ni un paso atrás. Cuando el debido y exigible respeto a la ley sea vulnerado, los poderes públicos deben adoptar las medidas y poner los medios para que se rectifiquen actitudes y se persigan, y en su caso se sancionen, los malos comportamientos, de acuerdo con la propia ley. Y mirando hacia el Gobierno, aunque esté en funciones, uno modestamente entiende que frente a la moción parlamentaria catalana que nos ocupa no cabe el “silencio administrativo”. Muchos echamos en falta, como mínimo, una respuesta política clara y contundente del Gobierno que envíe las cabras a su respectivo corral. Porque a algunas cabras —que las hay de muchos tipos— las carga el diablo.»